viernes, 17 de enero de 2014

"Adaptarse o morir” (literalmente)

En el deporte, como en la vida, no es fácil mantenerse motivado todo el tiempo, a pesar de ser el ciclismo una actividad que me hace feliz, el entorno puede afectar esta motivación y esas ganas de salir a entrenar.

A mí, la verdad es que me pegó el contraste de empezar el año con la libertad de rodar por los páramos venezolanos, y luego regresar a Caracas. No he querido salir, me siento como ese cóndor enrejado del que hablé en la entrada anterior. Tantos casos cercanos y otros no tanto, con los problemas de inseguridad que se vive en Venezuela y sobre todo en la capital, que es difícil mantener la actitud que he tenido hasta ahora: tratar de no pensar en que me puede tocar a mí, tratar de salir en grupo, evitar determinadas zonas y encomendarse a todos los santos. Desde hace tiempo esto ya no es suficiente. Para mí, hoy salir sobre la bici en Caracas, en vez de producirme sensación de libertad y paz, como debería ser, me produce un miedo terrible. 



Es por esto que hago referencia a la última entrada de uno de mis blogs preferidos, Semilla de Vida:, “Adaptarse o Morir (observaciones en la naturaleza)”, http://ppdopico.com/2014/01/16/adaptarse-o-morir-observaciones-en-la-naturaleza/. Dopico escribe acerca de las aves en sus comederos:

"Rápidamente se adaptaron al cambio alimentándose aferradas a las flores; sin pensarlo mucho mi siguiente paso fue eliminar las flores. Desde ese momento no he dejado de admirarlas, cada una ha seguido alimentándose, a su manera cada una se adaptó a los cambios.” 

Adaptarse o morir, es lo que nos toca hacer ante tantos cambios (y crímenes), a mi me movieron la base pero no me queda más que seguir buscando alternativas. Hoy, aprecio mucho un rodillo que tenemos en casa y la linda vista a El Ávila, aunque no tengo un comedero de colibríes, tenemos uno de pajaritos que vienen a comer cambur y si te paras tempranito, religiosamente ves cruzar al grupo de guacamayas emparejadas y alborotadas casi todas. 

También ver este video me ayuda mucho cuando pierdo la motivación, en realidad este video me mueve todo por dentro, me lo envió Ro hace tiempo, y realmente admiro mucho al personaje, me siento identificada con cada frase. En resumen mi meta de este año la defino con este video, aquí va...




L.A.

martes, 7 de enero de 2014

EL AGUILA Y EL DOMO, EL TISURE Y ¡SANTO CRISTO!

El 2014 comenzó de la mejor manera posible, pedaleando y sobre Los Páramos venezolanos. El primero de enero arrancamos 3 carros desde Caracas, con 9 bicicletas encima, cobija, abrigos y muchas ganas de rodar. Llegamos a la posada Mystic en Apartadero, donde nos hospedamos hasta el día de Reyes. En la posada nos acomodamos: Jay, Tati y sus dos hijos, Rodrigo y Noelbis (esposos), Edwin, Ramli, Carola (hermana de Ro), Pirata, David, Jose Javier (el primo de Pirata), Rómulo y yo.  De los cuales éramos 10 ciclistas.

El mismo primero de enero en la nochecita fue la primera salida, la de aclimatación, yo traía un resfriado desde Caracas y decidí quedarme para no exponerme a semejante frío y poder rodar los demás días. El frío estaba realmente intenso, sin embargo, los 8 que salieron (Jay, Pirata, David, Noelbis, Rodrigo, Carola, Edwin, David y Ro) llegaron hasta la posada del pana Giovanni Gil (La Casita del Páramo) y se devolvieron por un atajo, contaron que les fue muy bien a pesar del frío y la sensación de falta de oxígeno. Tati, Ramli, los niños y yo, recibimos al primo de Pirata, Jose Javier al cual conocimos ese día. Este se vino solo en su carro desde San Cristóbal a pasar esos días rodando con nosotros y yo de curiosa comencé a indagarle la vida.

Pronto llegaron todos y nos reunimos, teníamos una cocina común donde pasábamos la mayoría del tiempo. Esa noche, yo preparé chocolate caliente y Noelbis una pasta para todos. Todos ayudaban y todos comían, después de la comilona a arreglar todo para enfrentar al día siguiente el Pico El Aguila sobre las bicis, bajar al Domo y los que quisieran subir al Alto de Piedras Blancas para luego bajar juntos y salir por el puesto de Guarda Parques del Valle de Mifafi. Noelbis era la que tenía menos experiencia del grupo y Carola estuvo casi 2 años sin estar activa en el ciclismo, por una lesión y posterior operación en la cadera, así que Rodrigo y Rómulo anteponiendose a esta situación prepararon las cadena de perro en sus respectivas bicicletas, para así poder halarlas, Rodrigo a su esposa y Rómulo a su hermana y mantener al grupo los más unido posible.
Rodrigo, Noe y Jay
David Arispe




Ro y Edwin







EL AGUILA Y EL DOMO,

Salimos a golpe de 6:30am luego de un rico café hecho por Edwin en cafetera de colador y una avena que les preparé para no irnos con las barrigas vacías, armamos nuestra “fila india” ahorillados en la carretera hasta Pico El Aguila, agarrando solo unos pequeñitos atajos de tierra. Pasamos a un ciclista que estaba reparando un pinchazo y que luego nos alcanzó para unirse al grupo el resto de la rodada, lo llamamos: Luis el pega´o. Luis el pega´o, era un tipo simpático y amable de Caracas que vino con su familia a pasar vacaciones en los páramos y que tenía varios días rodando solo. Después de más de hora y media, llegamos al Pico y había gente a pesar de lo temprano, tomamos fotos y chocolate caliente y seguimos hacia Piñango. Aunque el primo de Pirata había pinchado así que los hombres se quedaron reparando y las mujeres con los dos que jalaban (Rodrigo y Rómulo) fuimos adelantando mientras cambiaban la tripa.

El cielo estaba limpio y azul, íbamos como metidos dentro de una imagen surrealista, rodeados de frailejones por la carretera de asfalto, con montañas del “Sr. de Los Anillos” de fondo. A orilla de carretera habían pedazos de hielo, donde David y Pirata se detuvieron a jugar y tomarse fotos cual niños cuarentones que son, frenaban sobre el hielo para esquiar con las bicis unos metros. Era bellísimo ver los colores de las chaquetas a lo lejos reconociendo a los panas. Ro nos esperó para señalar el cruce (aprox. 20km desde la posada) en donde comenzaba la bajada hacia El Domo, nos reagrupamos y después de más fotos, emprendimos la bajada sabrosa hasta El Valle, de rocas sueltas, tierra y de "zig-zag".

Todos llegamos abajo contentos, en especial Carola quien le encantan los descensos y por su lesión tenía tiempo sin sentir la emoción de estos, llegó pegando gritos y feliz de no haber perdido su destreza en estos.


Entrar al Valle de Mifafi en bicicleta, es sentirse chiquitico ante tanta majestuosidad y nos adentramos admirando el riachuelo y a las vacas peludas. Llegamos al Domo, donde Jose Javier (el primo de Pirata) y Carola se quedaron y los demás empezamos a subir hasta el Alto de Piedras Blancas, la subida fue larga pero rodable en un cien por ciento, la altura la hacía parecer más difícil pues no puedes calmar los jadeos en cada pedaleada. Me fui adelante con Edwin y Jay, y le fuimos dando poco a poco. Pronto llegaron uniformados de velociraptors Ro, Pirata y Rodrigo como una unidad nos llegaron y absorbieron a Jay y a Edwin y siguieron subiendo a un mismo ritmo, yo seguí al mío y arriba nos encontramos todos. Recuerdo que habían unas piedras en forma de podio en la que se montaron por orden de llegada simulando el podio de Piedras Blancas.

Bajamos con la sorpresa de encontrar a Noelbis muy cerca del Alto, pensando que se había devuelto y la verdad es que a un paso constante (considerando que nos contó que se acostó en el suelo varias veces para bajar sus pulsaciones), demostró una increíble resistencia sobretodo para el poco tiempo que tiene rodando.

Bajando pinchó Ro, reparó con la ayuda de Jay y seguimos bajando hasta reunirnos todos en el Valle donde bajamos juntos, antes volviendo a reparar la tripa de Jose Javier quien pinchó por segunda vez. Atravesamos el Valle de Mifafi por la carretera de tierra que bordea la montaña, disfrutando del paisaje, salimos en el Puesto de Guarda Parques donde varios admiramos al imponente condor que aun vive en una jaula, y que está en peligro de extinción.

Al llegar a la posada, celebrando nuestra rodada, nos recibieron unas ricas lentejas calientes con arepa que nos preparó Ramli y Tati y que nos subió el ánimo y la energía.
















EL TISURE,

Al día siguiente, arrancamos de la posada hacia abajo, las chaquetas cortaviento y los buff no fueron suficiente para evitar que tembláramos de frío toda la bajada hasta la entrada del Tisure. Donde empezamos a subir, y pasaron varios minutos antes de que agarráramos calor a pesar de las subida. Ro era nuestro guía, y rápidamente al llegar a una reja se dio cuenta que no estábamos en el camino, así que se devolvió y subió por donde era y nos hizo seña desde arriba para que nos metiéramos por donde era. El quería sorprendernos, lo que no sabe es que todos los que estábamos lo conocemos bien y ya nos lo esperábamos de él, así que solo le seguimos la corriente haciéndonos los sorprendidos, para que se pusiera contento.


Seguimos unas subidas muy empinadas, y pronto comenzó la tierra donde habían partes que había que empujar la bici y otras que si no la empujabas las pulsaciones te obligaban a detenerte más adelante, por la altura. Una que se detuvo permanentemente fue una vaca que vimos muerta en mitad de la vía, asumimos que se cayó de muy alto, era tan grande que había que esquivarla por un ladito porque ocupaba gran parte del camino.

El camino comenzó a volverse cada vez menos pedaleable y comenzamos a empujar más las bicis, llegamos hasta una ventana donde venía una bajada de piedra suelta, muchos caminos bordeando la montaña y luego otras ventanas cada vez más altas,  pero luego, los que iban adelante se devolvieron al ver que el camino iba incrementando en dificultad y se hacía menos transitable con las bicicletas.

Comenzamos el descenso antes de llegar a la ventana del Tisure. El regreso estuvo muy técnico y fino. Nos reagrupábamos cada cierto tiempo, a David se le había dañado el freno de adelante, así que tuvo que maniobrar demás y esperar que se le enfriara el freno de disco trasero en cada parada para poder seguir, menos mal que David Arispe es un experto, porque no estaba fácil esa bajada sin los dos frenos.

Nos desviamos bajando para conectar por una carretera de tierra y luego subir juntos el asfalto, donde a mi y a varios ya se nos venía acabando la gasolina luego de cinco horas de rueda intensa. También contamos con un día soleado (que insoló a Pirata) y un cielo despejado.
















¡SANTO CRISTO!,

Esta rodada tenía mucho suspenso incluido, se sabía que era dura,  todos le tenían cierto respeto. La hicimos con Ricardo Tavolini y su amigo Gilberto, que avisó que estaba allá e invitó a Ro con los del grupo a ir. Salimos desde un poco más allá del pueblo de Gavidia. Les confieso que el paseo en carro hasta Gavidia fue lo que más me disfruté, en realidad, lo único. El paisaje era mágico y las rocas daban sensación de poder, la carretera es de un solo carril y bordea la montaña con cierto vértigo implícito. Esta es nuestra tercera vez en Gavidia (la conocimos Ro y yo con Melba y Jaime y hemos vuelto dos veces), pero el camino no deja de sorprenderme.

Estacionamos donde se acaba el camino, éramos Jay, Pirata, Rodrigo, David, Edwin, Ro, Gilberto, Ricardo y yo, bajamos las bicis y comenzó lo bueno...  El inicio lo marcó una subida muy empinada de rocas, a la que todos empujamos las bicis, lo terrible del caso es que yo estaba esperando que se acabara la subida difícil para montarme sobre la bici, pero saben qué, nunca llegó.

No solo eso, se acabó la subida donde empujé la bici, y comenzó la subida donde CARGUÉ la bici porque ya no se podía empujar, sencillamente el camino era exigente hasta caminando, lleno de escalones naturales de rocas, partes donde no se podía siquiera estar al lado de la bici. Todavía por ignorancia o esperanza, seguí esperando que se acabara la parte difícil, y seguía aumentando la dificultad. Recuerdo que le dije a Edwin varias veces, mis ganas de devolverme (¡Santo Cristo! cómo iré a bajar por aquí, pensé).

Sin escuchar mi instinto, que estaba más que evidente, seguí caminando y cargando la bici, pero además ya era mi segundo día de diarrea provocada por una pizca andina. A pesar de mucho líquido no logré compensar con bebidas la pérdida de líquido. Y seguí caminando y desgastándome, comenzaron al fin unos pedacitos pedaleables que bordeaban la montaña pero ya estaba torpe y además se acababan rápido... ahí pensaba: ¡Santo Cristo! por qué no me quedé como las otras muchachas. Pronto llegamos a un río donde paramos a comer, recuerdo que yo ya ni hablaba mucho, ahí comimos algo. El lugar parecía un pedazo de tepuy gransabanero, era realmente contrastante. Seguimos subiendo y subiendo, por fin llegamos a una subida de tierra pedaleable, pero cuando me fui a montar, ya no tenía pierna ni pulmón, lo había gastado en el trekking anterior, ahí vi como todos los demás se montaron y se iban alejando de mí. Menos David y Rómulo que me esperaron un rato, pero en cuanto los alcanzaba y arrancábamos se me volvían a ir, mi ritmo era lento.

Fue en ese momento donde la cara de Ro cambió, y pensé: ¡Santo Cristo! qué hago aquí, me quitó la bicicleta y comenzó a empujar ambas bicicletas, ambos caminamos el falso plano y yo aun sin bicicleta no podía caminar al ritmo de él que empujaba las dos bicis. Al llegar al pie de la subida del Alto, nos esperaba el resto del grupo, y entre Edwin, Gilberto y Jay, se dividieron las partes de mi bicicleta, ayudando a Ro que me ayudaba a mi. Ro subió con su bicicleta y bajó a buscar la mia (le entró el espirito de corredor de aventura) en esos momento no puedo explicarle que no es una carrera que no importa que subamos lento, en esos momentos ni se le puede hablar, es mejor seguirle la corriente. Pero lo logramos, como un gran equipo, llegamos compactos al Alto de Santo Cristo a 4200msn y con día lo suficientemente despejados para ver las lagunas y los picos a los lejos. Compartimos un rato y ... ¡Santo Cristo! ahora la bajada.

La bajada fue una locura, todos: Edwin, Pirata, Jay, Rodrigo y Rómulo salieron cual “Mega avalanche” y no hubo piedra o escalón que los detuviese, más atrás salieron Ricardo y Gilberto, y luego David y yo, que David me iba esperando y bajamos juntos. Debo asumir que bajé muchas más cosas de las que me creía capaz, creo que más por sobrevivencia y para salir de la bajada rápido que por capacidad. Pero yo sabía que estaba cansada, así que trataba de no arriesgar y caminé, cargando la bicicleta, muchas partes. Al rato me cansaba de caminar, me montaba de nuevo y comenzaba a lo "patada y confú” por esa bajada de codos, rocas sueltas grandes y “puyuas" y escalones y escalones de rocas, además por si fuera poco, si te pelabas, te esperaba el precipicio. ¡Santo Cristo quiero llegar viva al carro!, pensé, y poco a poco entre caminar y maniobrar, logré sobrevivir.

Los muchachos cuentan que hasta para ellos fue muy difícil, para algunos la más difícil que hayan bajado nunca, y que a pesar de sus bicicletas, algunas rígidas, otras dobles pero ninguna de descenso, lograron sacar la mayoría de la bajada montados, en un 95 % afirmaron. Llegaron por su puesto con la adrenalina a explotar y al contrario de mi, feliz del recorrido. Nos reunimos en un kiosco de Gavidia a comer empanadas y yo a tomarme un suero salvador que me  regaló Jay. Todos celebramos de estar vivos y contando cada experiencia.




























Esa fue mi última rodada del viaje, pero Edwin, Ro y David, recordando sus tiempos en que formaban equipo de aventura fueron los únicos que salieron al día siguiente en la tarde, desde la posada en Apartadero hasta Pico el Aguila atravesando el Páramo de los Conejos, cuentan que vieron una manada de caballos salvajes, que usaron el GPS, y que la neblina del atardecer no los dejaba ver, regresaron contentos, haciéndonos coco de su rodada aventurera.


Fue un viaje mágico y perfecto para comenzar el 2014 y celebrar un año de este blog, esperándo que hayan muchos cuentos por rodar y contar,




Cortesía de Edwin



FELIZ AÑO Y A RODAR,

L.A.